El Papa: “Vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría. ¡Esta es la hora del amor! No podemos olvidar a los que sufren a causa de las guerras”

El Papa: “Vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría. ¡Esta es la hora del amor! No podemos olvidar a los que sufren a causa de las guerras”

(Ciudad del Vaticano, 18 May. 2025). “Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia”, dijo el Papa León XIV en su homilía durante la Santa Misa de inicio de su ministerio petrino, que presidió esta mañana en la Plaza de San Pedro, ante miles de fieles que colmaron la plaza y la Via della Conciliazione, y delegaciones oficiales de numerosos países y representantes de Iglesias y comunidades eclesiales y de otras religiones.

“Si la piedra es Cristo, Pedro debe apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas; por el contrario, a él se le pide servir a la fe de sus hermanos, caminando junto con ellos”, resaltó el Papa, quien subrayó que “todos, en efecto, hemos sido constituidos «piedras vivas», llamados con nuestro Bautismo a construir el edificio de Dios en la comunión fraterna, en la armonía del Espíritu, en la convivencia de las diferencias”, y “como afirma san Agustín: «Todos los que viven en concordia con los hermanos y aman a sus prójimos son los que componen la Iglesia»”.

“Hermanos y hermanas, quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado”, dijo León XIV, quien señaló que “en nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres”.

“Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad. Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡Miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia: en el único Cristo somos uno. Y esta es la vía que hemos de recorrer juntos, unidos entre nosotros, pero también con las Iglesias cristianas hermanas, con quienes transitan otros caminos religiosos, con aquellos que cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y los hombres de buena voluntad, para construir un mundo nuevo donde reine la paz”, indicó el Papa, subrayando que “este es el espíritu misionero que debe animarnos, sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo”.

“Estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos, para que se realice esa unidad que no anula las diferencias, sino que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo. Hermanos, hermanas, ¡esta es la hora del amor! La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio. Con mi predecesor León XIII, hoy podemos preguntarnos: si esta caridad prevaleciera en el mundo, «¿no parece que acabaría por extinguirse bien pronto toda lucha allí donde ella entrara en vigor en la sociedad civil?». Con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, construyamos una Iglesia fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad. Juntos, como un solo pueblo, todos como hermanos, caminemos hacia Dios y amémonos los unos a los otros”, exhortó León XIV, quien, al final de la celebración y antes de rezar el Regina Caeli, pronunció unas palabras, en las que agradeció a todos los fieles que participaron, a las delegaciones oficiales y a los representantes de las Iglesias, comunidades eclesiales y de otras religiones, y dirigió un cordial saludo a los miles de peregrinos de todos los continentes que vinieron con ocasión del Jubileo de las Cofradías.

“Durante la Misa sentí fuertemente la presencia espiritual del Papa Francisco, que desde el cielo nos acompaña”, dijo el Papa, quien reiteró su llamado por la paz. “No podemos olvidarnos de los hermanos y hermanas que sufren a causa de las guerras. En Gaza, los niños, las familias y los ancianos supervivientes están pasando hambre. En Myanmar, nuevas hostilidades han destruido vidas inocentes. La atormentada Ucrania espera por fin negociaciones para una paz justa y duradera. Por eso, mientras encomendamos a María el servicio del Obispo de Roma, Pastor de la Iglesia universal, desde la ‘barca de Pedro’ contemplémosla a ella, Estrella del mar, Madre del Buen Consejo, como signo de esperanza. Imploremos por su intercesión el don de la paz, el auxilio y el consuelo para los que sufren y, para todos nosotros, la gracia de ser testigos del Señor Resucitado”, concluyó León XIV.

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